TRABAJADORES ESCLAVOS DEL FRANQUISMO EN TRAPAGARAN : BABCOCK & WILCOX (1940-1946)

Por Kixmi & Rufo

Un día festivo hacia el año 1945, como solía hacer siempre que no iba a la escuela, el niño Antonio Tabernilla Garay (Beurko, 1939) cruzaba el puente sobre el río Galindo acompañando a los animales de casa junto a su padre, que se llamaba Guillermo. La imagen de aquel hombre enjuto y fibroso con un pitillo en los labios llevando un carro tirado por un burro mientras guiaba a un puñado de vacas lecheras al paso que marcaban sus ubres bien llenas se había hecho popular en la marisma del río Galindo, en los límites entre Barakaldo, Sestao y Trapagaran (entonces San Salvador del Valle). Antonio, a sus seis años, ya era capaz de manejar la vara como le había enseñado su padre, o al menos eso pensaba él. Aquellos animales, aunque fueran pocos, marcaban la diferencia entre sobrevivir o mendigar en una posguerra de hambre y miseria que aún hoy nos imaginamos en blanco y negro. Tampoco hacía falta esforzarse mucho para llevar a las vacas desde su cuadra en el barrio de Beurko hasta la campa donde comían aquella hierba tan rica por su salitre, pues ya conocían el camino, pero antes había que llegar hasta los talleres de la Sociedad Española de Construcciones Babcock & Wilcox (B&W) por la carretera que va a Trapagaran, girar a la derecha antes de llegar a la charca y cruzar la vía de la Franco-Belga por debajo siguiendo el camino de Bercu/Bercul, donde Guillermo tenía varias campas a renta. Toda esa zona conformaba un paraje mareal ya desaparecido conocido como Chimbito en el que el agua se drenaba por unos canales para poder aprovechar aquellas tierras ganadas a la marisma.

Itinerario de Antonio Tabernilla y su padre con las vacas desde su cuadra de Beurko hasta los barracones de los presos en 1945-46. (1) cuadra, (2) caseta del guarda agujas de la vía de la Franco-Belga, (3) puente sobre el río Galindo en la carretera Barakaldo-Trapagaran, (4) antes de llegar a la charca, coger el camino hacia Bercu/Bercul, (5) cruzar la vía de la Franco-Belga por debajo y girar a la derecha en dirección al río  Galindo(6) barracones, (7) escombrera. Elaboración propia sobre una vista aérea de 1962 (Institut Cartogràfic i Geològic de Catalunya).

Hoy, cuando han pasado 78 años y ni siquiera podemos imaginar que paste ninguna vaca en las márgenes del río Galindo —en medio de un saturado paisaje industrial en el que lo rural, que estuvo presente hasta hace no tantos años en barrios como Beurko, San Vicente y El Juncal, ha dado paso a una sucesión de polígonos y centros comerciales-, Antonio recuerda bien a los hombres que se le acercaban desde dos barracones situados por debajo del talud de la vía de la Franco-Belga, cerca del Puente de Hierro. El niño, que se quedaba con el ganado mientras su padre se iba a segar para llevar hierba a la cuadra, se sentía agasajado por su repentino interés, ya que le preguntaban de quien era hijo, pues les extrañaba sobremanera verle solo, y no fue hasta pasado el tiempo que descubriría que se trataba de presos del régimen franquista a los que se les obligaba a trabajar en B&W. Más atrás, entre los talleres y el muro de la propia empresa, había una escombrera donde arrojaban restos de carbón y trozos de metal y en las inmediaciones se formaba una cola de gente necesitada que esperaba a que el guarda bajase la cachaba para entrar en la fábrica a coger esa escarabilla que luego llevaban a su casa o vendían al peso para ganar algo de dinero (1).

La imagen de la supervivencia de tantas familias del norte en los años más duros de la posguerra. Una vaca y su ternero se convierte en el tesoro más preciado de un hombre que los observa con deleite mientras apura un pitillo. La cachaba y el paraguas es todo lo que se necesita cuando se va a andar por la campa. Una estampa que fue común en toda la vega de Galindo y el Juncal (fondo Eduard Foertsch, Biblioteca Nacional).

También acudían a coger escarabilla a la escombrera dos hombres de Barakaldo apodados Tonfi y Morroputa, muy conocidos en la localidad fabril por presentarse a los concursos de feos, algo que a los más jóvenes resultará hoy inimaginable. Se trataba de dos personas con discapacidad que se colaban con un balde, el cual, una vez lleno, apenas podían llevar entre ambos porque no aguantaban el peso y ya desataban la hilaridad entre los presentes solo con aparecer. El guarda de la fábrica se mofaba de ellos con crueldad: primero les dejaba colarse y llenar el balde para luego avisar a la Guardia Civil con el fin de que les hiciese correr, poniendo en evidencia esa discapacidad, ya que se movían con suma dificultad. La gente asistía a aquel triste espectáculo con gritos de júbilo (2). Decía Vilayanur S. Ramachandran que la risa funciona como mecanismo de defensa ante situaciones de estrés y ansiedad, incluso cuando se presencia el dolor de otras personas, como el de dos pobres desgraciados acuciados por el hambre.

En un círculo, la escombrera de B&W en la orilla del río Ballonti, enfrente de la cementera Ellacuría, en una imagen tomada hacia 1955. Aquí se arremolinaba la gente a recoger escarabilla cuando se lo permitía el guarda. El crecimiento de la escombrera, primero por dentro de los límites de la fábrica y después por fuera, fue tapando el antiguo camino de Bercu/Bercul. Esta zona aún era atravesada por las gabarras aprovechando el influjo de las mareas como se había hecho siempre (https://sestao.wordpress.com/).

El sistema de redención de penas por el trabajo

El sistema de redención de penas por el trabajo impuesto por el gobierno del general Franco a los presos republicanos que se hacinaban en sus cárceles surgió en la mente del jesuita José Agustín Pérez del Pulgar, un brillante físico y docente que se mostró en 1938 —aún sin terminar la Guerra Civil- preocupado por “la recuperación moral de los extraviados ideológicamente” (3) y muy pronto los rebeldes hicieron suya esta idea promulgando en apenas unos meses un decreto que sería de aplicación inmediata. Sin embargo, más allá del nombrecito, esto no constituía estrictamente una novedad, habida cuenta de que esta mano de obra forzosa ya venía siendo empleada en los llamados batallones de  trabajadores BBTT, que en la posguerra darían paso a los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores o BDST-, que se dedicaban tanto a labores de fortificación en los frentes de combate como a la fabricación de material bélico e incluso a la extracción de mineral, tareas que, en el caso de las dos últimas, requerían de personas más cualificadas (4). La novedad aquí no estaba en servirse de estos batallones formados por prisioneros de guerra y/o desafectos, sino en los presos ya condenados (5), que podían reducir el tiempo que pasaban entre rejas a través del trabajo. Durante la guerra, la necesidad de servirse de la población reclusa para obras públicas o privadas con el único requisito de que fuesen “de utilidad nacional o social” fue bien utilizada por la propaganda del régimen, que presumía de no escatimar en gastos a fin de “lograr su recuperación para España” con especial atención a lo espiritual: un total de 25 céntimos por prisionero y día, incluyendo conferencias, actos religiosos, proyecciones cinematográficas, publicaciones, diarios, etc (6). Y lo mismo sucedería en la posguerra, en plena autarquía, cuando el estado se aprovechó ampliamente de todo esto. Siguiendo con las cifras maquilladas, en 1940 se anunció que aquellos que reducían la pena de este modo —en ese momento apenas 18.781 de toda la población reclusa- saldaban su “deuda” a razón de 1,40 ptas por día. Un año en el que a las mujeres, recluidas en infames establecimientos como el de Saturrarán, se les eximió del trabajo mientras tuviesen que dar pecho a sus hijos (7). En la memoria del Patronato se tenía a estas mujeres presas en la peor de las consideraciones y hasta tal punto llegaba la hipocresía de su retórica ampulosa que incluso se atrevían a mostrarles como redimirse moral y socialmente, cosa que creían posible “con solo devolver la paz a su espíritu y enseñarles el catecismo y un oficio” (8).

Durante la Guerra Civil las cárceles y los campos de concentración estaban llenos de represaliados del bando perdedor que intentaban sobrevivir en un momento en el que las sacas y ejecuciones, ya fuesen tras procesos sumarísimos de urgencia o arbitrariamente, eran constantes. Mientras unos vivían con el constante temor a ser condenados a muerte o a que se les ejecutase, otros asumían con resignación largas penas de carcel. Muchos serían obligados a trabajar en medio de malos tratos y vejaciones. En la imagen prisioneros del campo de la Universidad de Deusto a la hora del rancho (Biblioteca Nacional).

Si se precisaba mano de obra barata no había más que pedirla a la Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros y Presentados (ICCP) y muchas fueron las empresas vizcaínas que aprovecharon esta oportunidad del trabajo esclavo debidamente clasificado por oficios que les ofrecía el régimen, y B&W no iba a ser menos, más si cabe cuando lo que se demandaba era personal muy cualificado que se necesitaba con suma urgencia, pues el que más o el que menos casi todo el mundo había sido represaliado tras la llegada de los rebeldes. El 14 de enero de 1939 cursó a la ICCP la siguiente solicitud: “con referencia al personal especializado, procedente de Campos de Concentración de Prisioneros y Presentados que tenemos solicitados para la fabricación de materiales de guerra […] solicitamos los que se indican a continuación: torneros, 16; soldadores, (eléctrica y autogena), 8; ajustadores, 10; trazadores, 1; trazadores de calderería, 1; pintores, 2; modelistas, 3; electricistas bobinadores, 1; Total, 42”. La petición de la empresa fue aprobada el 21 de febrero y sólo se les exigía una condición, que no fuesen “naturales ni domiciliados en las provincias vascongadas” (9). Una cuestión que, si bien pudo cumplirse al principio —y no lo tenemos tan claro-, no lo sería más tarde, ya que finalizada la guerra fueron varios los presos vascos que trabajaron en este destacamento de B&W, como veremos, el cual se centraría en la fabricación de material ferroviario.

Vista de la fábrica de General Eléctrica Española (GEE) en Galindo. Como en B&W, aquí también hubo población reclusa para trabajar, pero en inferior número, ya que solo hemos podido constatar la presencia de dos trabajadores en el período 1938-1939 (Vía autores).

Este destacamento de presos “ferroviario” duraría hasta 1946 (10). En el libro de la Fundación Babcock cuyo autor es F. Javier Abarrategui (11) —una memoria de las actividades de la que, junto a Altos Hornos de Vizcaya [AHV] y la Constructora Naval, fue sin duda la más importante empresa vizcaína- no se trata de este asunto, ni tampoco de otros como la etapa de la Guerra Civil, un periodo en el que sus talleres se dedicaron a fabricar material bélico para los dos bandos: primero para el Ejército Vasco (1936-1937) y después, tras la pérdida de Bilbao, para el Ejército rebelde (1937-1939). Al llegar a la parte que más nos interesa para este artículo, la de los primeros años de la posguerra, el libro incide en una de las necesidades del gobierno del general Franco: la fabricación de locomotoras, precisamente una de las especialidades de B&W, que ya asumía para entonces la reparación del material ferroviario en detrimento de los talleres de Valladolid (12). Aquí la memoria se extiende ampliamente en hablarnos del período de autarquía del régimen, marcado por la Segunda Guerra Mundial, con el consiguiente aislamiento de España, lo que impedía a AHV servirse del carbón de coque extranjero para producir el hierro y el acero, lo que no fue óbice para que la empresa cumpliese en 1942 con el encargo de 40 nuevas locomotoras que le habían hecho en 1939. El trabajo de Abarrategui destaca la dificultad de acometer el encargo de otras 28 del tipo “Montaña” y 22 de la “Serie 2.400”, que no se terminarían hasta el año 1946. Se trataba de unas máquinas que eran muy necesarias para dotar de material a la nueva empresa de transporte ferroviario RENFE, acrónimo que corresponde a la Red Nacional de Ferrocarriles Españoles. No olvidemos que después de la Guerra Civil española gran parte del tendido y del parque ferroviario estaba destrozado y hubo quienes hicieron fortuna con toda aquella chatarra. Además de locomotoras, B&W también se dedicó a reponer y reparar coches y vagones de carga.

Fotografía del 38º Batallón Disciplinario. A partir de 1940 se produjo una reorganización del sistema que fue totalmente continuista. Se disolvió la Inspección de Campos (ICCP) y se creó la Jefatura de Campos de Concentración y Batallones Disciplinarios, que dependía del Ministerio del Ejército. De este modo, se prolongó la explotación de los derrotados de la Guerra Civil. Esta organización coexistiría con el sistema de redención de penas aplicado a los condenados (fondo Bidasoa/Sancho de Beurko, AHE).

Este excelente trabajo de Abarrategui fue publicado en el año 2.000 y desde este blog comprendemos las dificultades de tratar de determinadas cosas en un contexto como el de hace 20-30 años. Una época en la que no sólo no se hablaba de estos temas por prevención y/o miedo (lo que era del todo cierto), sino también por desconocimiento e incluso —lo que es aún más grave, cuando ya había fallecido el dictador- por mero desinterés. Aquellos hombres y mujeres pertenecían a una generación, la de la Guerra Civil y el exilio, que estaba próxima a desaparecer y apenas se les había entrevistado, por lo que muchos se llevarían con ellos sus historias, recluidas en el mejor de los casos al ámbito familiar, cuando no guardados en lo más íntimo del alma. Un verdadero drama, el de la pérdida de la transmisión oral de una generación, que se ha hecho patente recientemente con el fallecimiento prematuro de tantos de nuestros mayores a causa de la pandemia de COVID-19. De este modo, y a diferencia de lo que dice Luis Castells sobre que en la actualidad existe una tendencia a romper abruptamente con el pasado desdeñando la historia (13), nosotros creemos que esto ha sido causado por la fuerza de los hechos, y para luchar contra ello la propuesta de este blog pasa por servirnos de los materiales de la microhistoria, contrarrestando este supuesto presentismo con el conocimiento, ya que estamos seguros de que la gente —y especialmente los jóvenes-, quiere saber más sobre estas cuestiones.

Vista de los talleres de B&W en Galindo en la época previa a la Guerra Civil. Constituida en 1918 con un 20 % de capital de la propia compañía británica y un accionariado en el que, además del 8,7% de Altos Hornos, se encontraba lo más granado de la oligarquía vizcaína, se edificó en una vega entre las, entonces, localidades de San Salvador del Valle y Sestao. Su actividad se centró en la fabricación de calderas de vapor, grúas, máquinas transportadoras, locomotoras y tubos de acero estirado. Este gran referente de la industria vizcaína que cerró en 2011 fue primero expoliado y después derruido sin tener en cuenta su valor patrimonial (vía autores).

La memoria del Patronato de Redención de Penas por el Trabajo nos ha sido facilitada amablemente por el reconocido historiador ferroviario y director del Museo Vasco del Ferrocarril Juanjo Olaizola y nos permite seguir la evolución de este destacamento formado por metalúrgicos a través de la información que hacía pública la propaganda del régimen, aunque es muy escasa. En la de 1941-42 se indica que se les ha asignado jornales amplios y que su rendimiento y conducta son “satisfactorios en todos los casos” (14), en la de 1943 que son menos de 50 (15), cifra que se redondea en la cincuentena en 1944, donde ya se especifica que se dedican al “material ferroviario” (16). Otras fuentes indican que el máximo de presos que fueron destinados allí fue de 168. A partir de entonces ya no se hace más referencia a ellos, por lo que se hace necesario seguir recurriendo a las fuentes orales para llenar esas lagunas que no recogen los documentos, lo que nos permitirá humanizar esta historia y empatizar con aquella gente. En aquel tiempo del hambre, el sufrimiento de todos, no solo el de los presos, tenía para el binomio Iglesia-Estado ese mismo carácter expiatorio que había caracterizado a la llamada Cruzada y se vivía en medio de un ambiente de gran fervor religioso que se trasladaba a toda la sociedad, también al ámbito laboral: en 1945 2.000 obreros de B&W hicieron ejercicios espirituales en “las mismas naves de la fábrica” (17). Pero eso no evitaría que aquellas enormes fábricas de la Margen Izquierda desempeñasen un papel crucial en la conformación de un nuevo territorio para la militancia” (18) y durante la huelga de 1947 sabemos que B&W se quedó sin trabajadores (19).

Taller de montaje de B&W en Galindo antes de la Guerra Civil en una fotografía de publicidad de la propia empresa. Puede verse como acoplan la caldera de vapor en una locomotora del tipo Mastodonte, nombre que hacía honor a sus dimensiones y potencia de 2.093 CV (https://sestao.wordpress.com/).

Un preso llamado Ramón Rubial

A pesar de nuestros esfuerzos, no hemos encontrado las listas de presos que pasaron por este destacamento. Ascensión Badiola cita a algunos metalúrgicos que pasaron por la Constructora Naval y/o B&W, todos ellos vascos: Julián Cabrejas del Horno, Juan Arriola Bilbao, José Ortiz Arribas, Facundo Endemaño Arrieta y Teodoro Ugarte Urcelay, que iban a dormir al colegio de Los Escolapios, por lo que ninguno de estos pernoctó en los barracones de la fábrica (20). También sitúa allí al delineante guipuzcoano Ángel Malaxetxebarria López, que también pasaba la noche en Los Escolapios, convertido por aquel entonces en una improvisada cárcel en la que llegaron a convivir hacinados hasta 7.000 personas (21). Pero sin duda el recluso más ilustre del destacamento de B&W fue Ramón Rubial Cavia (Erandio 1906, Bilbao 1999), personalidad muy relevante de la política vasca que, militando en las filas del Partido Socialista de Euskadi (PSE-PSOE), llegó a ser presidente del Consejo General Vasco —en sustitución del Lehendakari Jesús María Leizaola, que garantizó la continuidad del Gobierno Vasco en el exilio tras la muerte de José Antonio Aguirre-,  presidente del PSOE y senador por Bizkaia. Rubial, que era tornero, contó sus experiencias en B&W en las entrevistas que concedió sobre su vida y una de las mejores que le hemos leído fue la publicada en 1977 en Punto y Hora de Euskal Herria (22), de la que extraemos la parte correspondiente:

Ramón Rubial posa sonriente mientras cumple condena en el destacamento penitenciario de Aranjuez en 1944, poco antes de su ingreso en B&W. El contraste entre los días grises y lluviosos del invierno norteño y la soleada vega de la bonita ciudad madrileña tuvo que ser muy fuerte, y más al alojarse en aquellos barracones de madera de la marisma, donde el frío y la humedad calaba hasta los huesos (Fondo Ramón Rubial, ES.48020.ASV.IR/1.1.1//001.43 [http://www.ramonrubial.net/]).

P. y H. —¿En qué otras cárceles es­tuviste en esos años?

R. R. —De Puerto me llevaron a Aranjuez: 2 años. Y de allí, en el 44, al destacamento de la Babcock Wilcox en Bilbao. Trabajábamos como obre­ros normales y la empresa pagaba el salario correspondiente a la categoría profesional a la dirección general de Instituciones Penitenciarias, pero ésta sólo nos entregaba 50 céntimos por cada 8 horas de trabajo y se quedaba con el resto. Y de las horas extras te daban una parte y otra te la ingresa­ban en una libreta de ahorros. Era el famoso sistema de redención de penas por el trabajo que inventó un jesuita, el padre Pérez del Pulgar, y que es el mismo que se utilizó por ejemplo para construir el Valle de los Caídos. En este plan estuve hasta que tuve que largarme, en abril del 45, cuando hubo una caída y vinieron a por mí.

P. y H. —¿Para entonces estabáis ya reorganizados a algún nivel?

R. R. —Al nivel que se podía. Al lle­gar a Bilbao en régimen de obrero-recluso, me integré en el Comité Cen­tral Socialista de Euskadi. Nos solía­mos reunir en una campa que había cerca de la fábrica, pero cayó la Co­misión Ejecutiva, que entonces presi­día Gómez Ejido, y vinieron a por mí. Me largué con intención de pasar a Francia, pero me cogieron en un case­río de Oyarzun. Me llevaron a San Se­bastián, luego a Larrínaga y de allí, tras una huelga de hambre que hicimos, a Ocaña, y luego al Penal del Dueso. Con la fuga perdí todos los derechos: la condicional, la posibilidad de redimir por el trabajo, hasta la cartilla de aho­rros, en la que tenía unas 400 ó 500 pesetas. En el Dueso estuve hasta el 56, 9 años seguidos.

Locomotora del tipo Montaña para RENFE recién terminada en los talleres de Galindo de B&W en 1946, año que marca el final del destacamento de presos. En estas míticas máquinas de vapor de 4 cilindros la empresa introdujo las mejoras del ingeniero Chapelon, que suponían un aumento de la potencia del 20 % y producían un esfuerzo de tracción de 16.675 kg, conformando durante años los trenes más rápidos de toda la zona norte (https://www.spanishrailway.com/babcock-wilcox/).

Aquella fuga de B&W había sido posible porque habían mejorado bastante las condiciones de vida de los penados del destacamento y se había relajado mucho la vigilancia en los barracones, que era muy laxa durante la noche, y Ramón pudo aprovechar para tener libertad de movimientos. Nada que ver con la escolta de soldados y el pésimo trato que se les había dispensado a los reclusos al principio. A consecuencia de ello, el líder socialista había reiniciado sus actividades políticas, como explica en otra entrevista. Su fuga estuvo muy relacionada con nuestro pueblo, ya que fue escondido en una casa de La Eskontrilla:

El funcionario se iba a dormir a su casa y no montaba guardia, con lo que ya podías hacer un poco lo que quisieras. Nada más llegar al destacamento vino a verme Manuel Garrido y me dijo que fuese a Bilbao a ver a la gente del Partido. A los pocos días ya formaba parte del Comité Central Socialista de Euskadi, del que era secretario Enrique Dueñas, administrador del Teatro Ayala, en cuyo local celebrábamos nuestras reuniones clandestinas. […] También aproveché el tiempo haciendo contactos y fortaleciendo la organización en Vizcaya con gente que iba saliendo de las cárceles o que se encontraba al cabo de años de aislamiento […] Como estaba sobre aviso, cuando vi entrar en el pabellón al director de la cárcel de Larrínaga, Arturo Cebrián, el generalito, con la policía, me escapé por la puerta trasera. Desparecí de allí y me refugié en el Barrio de la Escontrilla, en San Salvador del Valle, y de allí, con un compañero maquinista, me fui, en un tren de mercancías, a San Sebastián, a esperar a un enlace que me iba a pasar a Francia con otros compañeros. Pretendíamos incorporarnos a la Brigada Vasca que iba a rendir el último reducto nazi en Francia. El 15 de mayo, con nieve, nos dispusimos a hacer el paso de la mano de un enlace excelente, José María Aizpurúa, el Serpientes, que había sido guía reputadísimo, durante la guerra, del Estado Mayor del general Sagardía, y nos lo facilitaba el PNV… Pero el Serpientes estaba en connivencia con el famoso inspector Melitón Manzanas y nos vendió. Hubo una ensalada de tiros y nos cogieron como a conejillos… Eso fue en Alcíbar, un barrio de Oyarzun  (23).

Vista de la carretera Barakaldo-Trapagaran justo después de la Guerra Civil. En primer plano la tejera y detrás el caserío Gandarias, que marcaba los límites entre Sestao y San Salvador del Valle. Al fondo puede verse la charca y el bosquecillo de acacias por el que se cogía el desvío hacia Bercu/Bercul, casi paralelo al muro de Babcock. Esta nueva carretera, que atravesaba toda la marisma, se llamó durante años la Ciordia, ya que las obras quedaron bajo la supervisión de Sixto Ciordia Miguel, funcionario de la Diputación natural de Ortuella, que sufrió un grave accidente durante su construcción (vía autores).

El testimonio de Isaac “Isatxu” Fernández Basarrate

Pero para conocer realmente cuales eran las condiciones de vida de aquellos hombres al comienzo de la dura posguerra nada mejor que oir el testimonio de los vecinos de los pueblos cercanos a la zona del Chimbito, que compartían espacio con los presos de B&W por muchos motivos, ya fuese porque iban a coger escarabilla, a llevar a pastar a sus animales o a cultivar sus parcelas, de camino a Sestao por la Ziurrena atravesando el Ballonti con cualquier barca como se hizo desde siempre o a realizar actividades menos confesables que no eran sino fruto del hambre y la miseria que asolaba al país, como la prostitución que ejercían algunas mujeres en un bosquecillo anejo a la charca de la carretera o los robos en las huertas. De este modo, el río y la marisma conformaban una suerte de limes entre los pueblos de Barakaldo, Sestao y Trapagaran, una frontera física en la que la zona del Chimbito. prácticamente despoblada, era la tierra de nadie. Es entonces cuando entendemos aquella realidad como un todo y vemos a la gente corriente, a nuestros padres y abuelos, sobreviviendo a duras penas, casi como en el Nápoles que describió Curzio Malaparte en La Piel, un lugar en el que “el sino de hombres, mujeres y niños” era sufrir (24).

Foto de Isatxu Fernández Basarrate hacia finales de los años 40. El testimonio de este vecino del Juncal ha sido de vital importancia para reconstruir las condiciones de vida del destacamento de presos de Babcock, a los que tuvo ocasión de tratar muy de cerca, ya que, además de vivir en la zona, trabajaba en la fábrica (Cortesía de Isatxu Fernández Basarrate).

Isatxu Fernández Basarrate (El Juncal, 1925) había crecido en la marisma y conocía perfectamente toda la zona del Chimbito y el camino que lleva a Bercu/Bercul. Era natural y vecino del barrio del Juncal (Trapagaran), por el que el frente de la guerra de 1936 hubiera pasado de largo si no hubiera sido por la aviación, incluyendo algunos combates aéreos y el bombardeo de las fábricas, y el paso de los asturianos en retirada, que era bastante recordado en la localidad. También fueron muchos hombres jóvenes a luchar con el Ejército Vasco, normalmente llamados por su quinta. El paso incruento de las tropas rebeldes procedentes de Barakaldo en el verano de 1937 había supuesto el encarcelamiento de algunos vecinos y el reclutamiento de otros: jóvenes como su tío Fidel Basarrate Ajuria, que primero fue gudari y después falleció en el frente con el Tercio de Begoña. El testimonio de Isatxu sobre el destacamento de B&W —empresa en la que entró a trabajar como ayudante de listero a los 16 años- es fundamental para reconstruir la parte de la historia que no conocemos e identificar a dos de aquellos presos, posiblemente los más carismáticos junto al propio Rubial, Pascual Aragón Montoliu “Valencia” y Calixto Acedo Galarza, lo que nos permitirá hacer sus biografías tras pedir su documentación a los archivos:

Vísta de la zona del Chimbito en las márgenes del río Galindo, que había sido ganada a la marisma gracias a un sistema de canales que se regulaban con unas compuertas o Chimbos, de ahí su nombre, lo que no impedía que estos se llenasen de kiskillas y karramarros. En el centro, el caserío de Bercu/Bercul y enfrente, al otro lado de la ría, Beurko y la fábrica de Unquinesa. Al fondo a la derecha pueden verse el puente de hierro y la vía de la Franco-Belga, donde estaban los barracones de los presos, si bien ya no eran visibles en 1950 (fondo fotográfico CIHMA, Luis Choya Almaraz).

Los barracones estaban situados entre la Babcock Wilcox y la ría Castaños (Galindo), cerca del puente de hierro de la máquina de la Franco-Belga, en esta explanada es donde se  creaban balsas de agua. La empresa B&W en la zona que daba a estos barracones, tenía una tapia de más de tres metros de altura y de una buena anchura. Son dos barracones que se montan después de la guerra  y eran de madera de algo menos de 20 metros cada uno de largos. Estaban sobre unos pilares para evitar las humedades del terreno. Aquí iban trayendo presos de las cárceles o penales con oficios como ajustadores, torneros, electricistas, etc., para trabajar en la B&W. Solo se les daba la comida, ya que estaban castigados y no se les entregaba ningún sueldo. Abandonaban los barracones cuando sonaba el cuerno de la B&W para ir a trabajar a la citada empresa. En los barracones tenían un cocinero que hacía la comida para todos los presos.

Un preso muy popular fue Valencia, su nombre era Pascual Aragón Montoliu, y por supuesto que era valenciano. Pascual trabajaba en la B&W de forjador y una vez acabada la pena se casó con una muchacha de Barakaldo; no llegaron a tener familia. El resto de los presos se casaron con chicas de la zona y se quedaron aquí, y es más, trabajando en la B&W. A Valencia se le acusaba de la muerte de un obispo, aunque todo indicaba que era inocente.

Todo este periodo de los barracones sucedió en la época del hambre por los años del 1940. Curiosamente había personas en los pueblos que no tenían que comer, se acercaban a los barracones y eran auxiliados por los presos dándoles comida, de esta manera mataban el hambre. Los presos eran conocidos por los vecinos del Juncal, ya que cerca de ellos pastaban con el ganado. Incluso en muchos sitios para ayudarles les llevaban a cavar las huertas dándoles una ayuda. Por entonces se cavaba a mano, antes de llegar los tractores.

Antigua fotografía de la iglesia de la Natividad de Almassora. Este templo de estilo barroco fue incendiado al comienzo de la Guerra Civil por milicianos de izquierda. A Valencia, preso del destacamento de B&W natural de esta localidad castellonense, se le acusaría de este y otros delitos (https://repositori.uji.es/xmlui/handle/10234/82547).

Uno de los presos de Ugarte fue Calixto Acedo. Durante la guerra fue comisario político del Valle y se libró de ser fusilado, ya que le sentenciaron a pena de muerte. Su mujer Rufina (Rufina Martínez Velasco) trabajaba en B&W de cocinera. Calixto trabajó en la B&W y era calderero en fino. Hacía las cabinas de las locomotoras y se jubiló en esta empresa. Calixto Acedo ayudó mucho a la familia Basarrate durante la guerra para que no detuvieran a mi padre, Tomás Fernández Aguirre, de tendencia derechista. Cuando acabó la guerra, Rufina pidió ayuda a Tomás, que más tarde sería concejal del Valle y a su hermano Serafín Fernández, que sería alcalde de Sestao (fue alcalde desde el 2/2/1949 al 10/4/1959). Al parecer se le permutó la pena y por eso se le mandó a los barracones de castigo de B&W sacándole de prisión.

Este Serafín y su hijo Carlos vivían en Urbinaga (Sestao). Cuando la guerra hicieron una trampilla en su casa donde estuvieron escondidos durante todo este periodo hasta la llegada de los franquistas, ya que les querían linchar. Comentaban estos que oían cuando iban a por ellos a la casa y como les insultaba la gente, ya que no les encontraban y se tenían que volver de vacío. Lograron salvar la vida sin salir de casa y en los momentos más difíciles sin salir del escondrijo (25).

Vísta de la plaza de Ugarte a comienzos de los años 60 del pasado siglo. Al fondo, la iglesia de San Juan Bautista y justo enfrente la casa en la que Calixto Acedo tuvo su bar. Hoy en día, tras haber sufrido un incendio, está en estado ruinoso (vía autores).

Pascual Aragón Montoliu había nacido en Almazora (Castellón) en 1914, donde vivía cuando estalló la Guerra Civil. Era conocido entonces como Tomaquero, si bien aquí todos le llamarían Valencia. Militante de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y calderero-metalúrgico, las autoridades militares que le juzgaron destacaban su pertenencia al Centro Obrero y su incorporación como miliciano armado a las órdenes del comité revolucionario de la localidad, acusándole de participar en registros domiciliarios, en los incendios de la iglesia parroquial y ermita de San Juan, en el saqueo del archivo notarial y en el asesinato de 27 personas en Onda y en el del sacerdote Miguel Rubio en Borriol. A finales de 1936 se incorporó a la llamada Columna de Hierro, que había intentado imponer el comunismo libertario [colectividades] en el frente de Teruel y después se convirtió en la 83ª Brigada Mixta. Catalogado por los rebeldes de “individuo peligrosísimo para la causa nacional”, al ser interrogado en 1939 negó todos aquellos hechos y dijo que prestaba servicios con el doctor Enrique Gari Martinavarro, con quien fue de sanitario a Mora de Rubielos, a donde llevaban a los heridos de la Columna de Hierro. Después de la guerra estuvo preso en el convento de la Merced de Burriana y el 13 de febrero de 1941 fue trasladado a la prisión provincial de Castellón a la espera del consejo de guerra. En aquel tiempo se recibió en el tribunal una carta de dos pequeños empresarios de su pueblo llamados Ramón Santolaria y Manuel Tirado que salieron en su defensa avalando su “buena conducta” mientras trabajó para ambos, lo que no impidió que fuese condenado a muerte el 13 de marzo de 1941, aunque si influyó en que luego se le conmutara por la pena de 30 años de reclusión. En 1946 recibiría otra carta de tres vecinos de su pueblo que le exoneraban de toda responsabilidad en los hechos de los que fue denunciado.

Antonio Tabernilla con su sobrino Josetxu Valle en Beurko hacia 1963, justo enfrente del bar que regentaba, adonde acudía Valencia frecuentemente. Su testimonio ha sido muy importante para este trabajo (cortesía familia Tabernilla).

Pascual fue enviado a la prisión del monasterio de San Miguel de los Reyes (Valencia) para cumplir la pena impuesta, pero se acogió al sistema de redención y enviado al destacamento de B&W en marzo de 1944, donde permanecería cerca de dos años. Finalmente, se le notificó el indulto el 27 de agosto de 1946, fecha en la que vivía en el número 38 de La Familiar (Barakaldo) (26). En la localidad fabril rehizo su vida y se casó, convirtiéndose, gracias a su carisma y simpatía, en una persona muy popular.  Hombre “con una correa tremenda”, tras quedar libre comenzó a trabajar a jornal para un tal Silverio, “un hombrón de más de 120 kilos con el puro siempre en la boca” que tenía un camión con el que vertía la chatarra de AHV en la orilla del río Galindo para hacer crecer el dique, con lo que se evitaban la inundaciones en toda la zona. Silverio el chatarrero sacaba muchos kilos de hierro entre la escoria, que luego vendía a AHV, con lo que una parte volvía al mismo sitio. La propia fundición también vertía las escorias a la ría, “cerca del Puente de Hierro de la Franco-Belga junto a Beurko, o sea, del lado de Barakaldo. Aquí llegaban las locomotoras y echaban los residuos de los hornos, todo ello mezclado con la chatarra (27).

Vista general de los talleres de B&W en 1959. Esta imagen y las siguientes nos permiten percibir la magnitud del cambio que se ha producido en toda esta zona hasta llegar al momento presente (vía autores).

Calixto Acedo Galarza había nacido en Barakaldo en 1896, pero toda la familia vivía en Ugarte (Trapagaran), donde creció junto a sus hermanos. De profesión calderero, trabajaba en B&W y era secretario de la organización municipal de Acción Nacionalista Vasca (ANV). La muerte de su madre, Saturnina, en 1933 fue muy sentida en el barrio, como recogía Tierra Vasca (28). Cuando estalló la Guerra Civil fue miembro de la Junta de Defensa de San Salvador del Valle en representación de su organización política. Fue hecho prisionero por los rebeldes y propuesto para canje, pero no nos consta que llegase a realizarse (29). A pesar de haber sido condenado a 30 años de cárcel el 17 de agosto de 1940 bajo la acusación de haber participado en la detención de personas de derechas y de haber maltratado a muchos de ellos (30), se le recuerda por interceder por gente como el padre de Isatxu, lo que le sin duda le permitió acogerse al sistema de redención de penas y ser enviado a B&W, destacamento que dependía de la prisión provincial de Vizcaya. Liberado hacia 1946, se reintegró a su puesto de trabajo, actividad que compaginó con un bar/frutería en su barrio de Ugarte, cerca de la iglesia, donde ponía comidas al medio día. Según Isatxu, “cuando tocaba bacalao ponía los trozos en el arroyo Yedal para desalarlos, colocaba varias piedras encima y dejaba que la corriente hiciera el trabajo. Al cabo de un tiempo el bacalao iba a la cazuela. El río estaba cerca del bar”. Alicia Carbajo Garmendia nos cuenta que acabaría trasladándose a vivir a Sestao con su familia (31).

Vista general de los talleres de B&W en 1975. En aquel momento la empresa tenía 5.000 trabajadores en sus instalaciones de Galindo. Aún es visible en el paisaje la fábrica de cemento Ellacuría, mientras que la Ziurrena —tras ser adquirida por cementos Rezola- ha sido derribada; el cauce original del río Ballonti ha sido desviado (vía autores).

A modo de epílogo

Años después, hacia 1963, cuando Antonio Tabernilla puso un bar en Beurko tuvo ocasión de tratar más personalmente a Valencia, que solía acercarse allí para jugar una partida de cartas o cocinar, ya que era un excelente cocinero. Le gustaban tanto las angulas que solía apostar con Chamorro a ver quien las ponía más ricas y solía mandar a un chaval a comprarlas a la plaza del mercado de Barakaldo. En el bar tuvieron ocasión de compartir largas charlas, ya que era muy abierto y simpático, y por supuesto también hablaron de los barracones de B&W, donde se encontraron por primera vez (32). 

Hoy, completamente desecada la marisma del río Galindo y desviado de su cauce el río Ballonti, es muy difícil imaginarnos la historia que aquí les hemos contado. El paisaje de la vega ha dado paso a un enorme solar en el que se han instalado nuevas empresas: talleres, centros comerciales, gasolineras, etc. El derribo de los talleres fundacionales de B&W —que primero fueron expoliados y luego incendiados, al igual que los antiguos comedores (33)-, ha aumentado el terreno urbanizable para estos fines y el ayuntamiento de Sestao ya ha puesto a las nuevas calles nombres evocadores de un pasado aún no demasiado lejano: Juncal de Allende, Babcock & Wilcox, La Ziurrena y Portland. Otros, como Bercu/Bercul y Chimbito, han desaparecido, como lo hizo el euskera que hablaban los últimos moradores de la marisma. En las últimas décadas el progreso devoró a barrios de la cuenca del río Castaños/Galindo como el Juncal y Beurko viejo, del que ya solo quedan dos casas en estado de ruina.

Este artículo no solo va dedicado a todos los que sufrieron privación de libertad en el destacamento de Babcock, sino también a aquellos hombres, mujeres y niños que padecieron miseria y necesidad en el mismo espacio físico.

En la actualidad toda la zona es un enorme polígono llamado Ibarzaharra que ha crecido con el derribo de los talleres de B&W. El ayuntamiento de Sestao ha puesto nombre a las nuevas calles y parcelas (https://www.sestao.eus/).

NOTAS

(1) Testimonio de Antonio Tabernilla Garay a los autores.

(2) Ibídem.

(3) Enrique Berzal: “Los esclavos de Franco” en El Norte de Castilla del 16/3/2016. https://www.elnortedecastilla.es/valladolid/201603/16/esclavos-francos-20160311174804.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.es%2F

(4) Fátima Pastor Ruiz. (2009). El batallón minero nº 1 en las minas de Vizcaya. Bilbao: ediciones Beta. P. 23.

(5) Edurne Beaumont y Fernando Mendiola: “Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores; castigo político, trabajos forzados y cautividad” en RHA nº 2 (2.004). P. 34. https://rodin.uca.es/bitstream/handle/10498/14364/31648046.pdf?sequence=1

(6) Ascensión Badiola Ariztimuño. La represión franquista en el País Vasco. Cárceles, campos de concentración y batallones de trabajadores en el comienzo de la posguerra. Tesis doctoral leída en la UNED (Madrid) en 2015. Pp. 216-217. http://e-spacio.uned.es/fez/eserv/tesisuned:GeoHis-Abadiola/BADIOLA_ARIZTIMUNO_Ascension_Tesis.pdf

(7) Memoria del Patronato de Redención de Penas correspondiente a 1941-42. Pp. 29 y 49 (cortesía de Juanjo Olaizola).

(8) Ibídem. P. XII.

(9) Fernando Mendiola Gonzalo: “El impacto de los trabajos forzados en la economía vasco-navarra” en Investigaciones de Historia Económica nº 8 (2012). P. 108. https://recyt.fecyt.es/index.php/IHE/article/view/70433

(10) Juanjo Olaizola Elordi: “Trabajo forzado y ferrocarril. Destacamentos penales y construcción de infraestructuras ferroviarias” en Actas y materiales anexos del IV Congreso de Historia Ferroviaria (Málaga, 2006). Edita Junta de Andalucía. Consejería de Obras Públicas y Transportes. P. 15. http://www.docutren.com/HistoriaFerroviaria/Malaga2006/pdf/III04.pdf

(11) F. Javier Abarrategui Bacaicoa. (2.000). Babcock & Wilcox y el patrimonio histórico-industrial vasco. Trapagaran: Fundación Babcock. Pp. 36-37.

(12) Véase Francisco Cayón García y Miguel Muñoz Rubio: “Transportes y comunicaciones” en Elena Martínez Ruiz y Pablo Martín Aceña (eds). La economía de la Guerra Civil. Barcelona: Marcial Pons. P. 248.

(13) AAVV. (2020). Migraciones internas y su aportación al desarrollo de Bizkaia (1950-1980). Bilbao: Fundación Ramón Rubial. Introducción de Luis Castells Arteche. P. 6. http://www.ramonrubial.com/images/MigracionesBizkaia.pdf

(14) Memoria del Patronato de Redención de Penas correspondiente a 1941-42. P. 114 (cortesía de Juanjo Olaizola).

(15) Ibídem correspondiente a 1943. P. 62.

(16) Ibídem correspondiente a 1944. P. 114. Otras fuentes consultadas aluden a la cantidad de 42 en 1939, 52 en 1940, 168 en 1941, 50 en 1943 y 60 en 1944 (AGM de Ávila, CGG, A.1, L. 57, C. 44 y memorias de la Dirección General de Prisiones [1940-45]).

(17) Joxe Azurmendi. (1992). El hombre cooperativo. Pensamiento de Arizmendiarreta. P.56. https://es.scribd.com/document/265949722/El-Hombre-Cooperativo-Arizmendiarrieta. Véase también María José Lanzagorta: “Iglesia y sociedad en el Bilbao de la posguerra” en Bidebarrieta nº 26 (2016). Pp. 144-149. https://ojs.ehu.eus/index.php/Bidebarrieta/article/view/19843/17681

(18) David Beorlegui: “La fábrica como espacio de lucha y memoria, el caso de Bilbao y la Margen Izquierda (1975-1995)” en Historia Contemporánea nº 58. P. 824.

(19) Testimonio de Isatxu Fernández Basarrate a los autores.

(20) Asunción Badiola. Opus cit. P. 80.

(21) Ibídem. P. 81

(22) “Ramón Rubial, dirigente del PSOE. De la presidencia al torno” en Punto y Hora de Euskal Herria nº 20 (1977). Pp. 18-20. https://www.euskalmemoriadigitala.eus/applet/libros/JPG//212790/1977_01_16/212790_1977_01_16.pdf

(23) “Ramón Rubial: Historia y memoria. 3. Cárcel y represión franquista (1937-1956)”. http://www.ramonrubial.com/03_represion5.asp

(24) Véase el prólogo de Rafael Kushner en la edición de 2016 de La Piel de Galaxia Gutenberg.

(25) Testimonio de Isatxu Fernández Basarrate a los autores. La memoria de Isatxu es increible y recordaba el nombre y los dos apellidos de Valencia.

(26) TMT1. Castellon, 1939, Sumario 6282, Caja 14337, Orden 4 y AGM de Guadalajara, Examen de Penas, Conmutacion Pena de Muerte, Caja 300130, Expediente 10195, Castellón.

(27) Testimonio de Isatxu Fernández Basarrate a los autores.

(28) Tierra Vasca del 19/7/1933.

(29) CDMH, PS Barcelona, C. 1384, F. 442.

(30) AGM de Guadalajara, Examen de Penas, Pena no conmutada, Caja 301112, Expediente 582.

(31) Testimonio de Alicia Carbajo Garmendia a los autores.

(32) Testimonio de Antonio Tabernilla Garay a los autores.

(33) “Arden los antiguos comedores de Babcock&Wilcox en Trapagaran”. http://www.patrimonioindustrialvasco.com/patrimonio/arden-los-antiguos-comedores-de-babcock-wilcox-en-trapagaran/

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